Saturday, October 21, 2006

Mision Personal Integral 1


La misión de una organización de cualquier tipo es la razón de “ser”, aquello para lo cual existe. Es la respuesta a la pregunta: ¿para qué estamos en el mercado? Refleja la esencia de aquello que una organización es. Y es la guía en torno a la cual se establecen los objetivos estratégicos, y la visión. Existe una autoridad mayor, el dueño, o a veces un grupo de accionistas, el directorio, que hace esa declaración y vela porque el rumbo no se desvíe.
Una misión personal es, de similar manera, una declaración de “mi” razón de “Ser” ¿Y quién tiene la mayor autoridad para declarar “mi” misión personal? ¿Aquello por lo cual existo y me muevo en la vida? Pareciera que la respuesta es obvia.
El corazón de la declaración de esa misión está inserto en todos los aspectos esenciales de nuestro ser. Mi misión personal o mi razón de ser hace eco con ”mis” valores más profundos, con lo que “me” interesa, con “mis” talentos, con “mi” interpretación del mundo. Y al mismo no se limita exclusivamente a mí, como individuo.
Nacemos ya insertos en un mundo con valores y creencias culturales que nos preceden. Existen personas que actúan y piensan de manera similar o diferente, y que tienen sus propios valores y creencias. Existen sistemas y organizaciones políticas y sociales en las cuales mi vida se va desenvolviendo. No es posible entonces que “mi” razón de ser. Aquello que yo declare como Misión Personal pueda dejar fuera todo el entorno en el cual existo.
Es inevitable que mi misión integre tanto los aspectos esenciales propios de mi ser: Mente, Cuerpo, Alma y Espíritu como los de aquellos con quienes comparto la existencia: mi familia, mi comunidad, mi país, mi planeta, el universo.
Una misión personal integral es aquella que, tomando en cuenta el espectro integro de mí ser, está también al servicio de aquello que colaborará con la misión de otros. Está al servicio de alguna necesidad de otros seres como yo.
Se trata de “Mi”, y de “nosotros” y de “nosotros con otros y con todo.”
Tener una misión y estar conectada con ella es como tener una Estrella Polar que guía el rumbo de mi navegación. Puedo tomar una ruta más larga o más corta, desviarme porque elijo explorar algo o porque me he dejado tentar por los cantos de las sirenas. Sin embargo si mantengo la vista y la atención en la luz de esa estrella polar mantengo el rumbo de mi existencia. De mi misión personal. De mi razón de ser.
¿Cómo se si estoy siguiendo el rumbo? Mis aspectos esenciales son los instrumentos de navegación más certeros. Mi cuerpo, mi mente, mi alma y mi espíritu.
Cuando me estoy alejando de mi misión, cuando por algún motivo se me pierde la estrella polar, mi cuerpo da señales claras, diciendo “NO” a través de diversos síntomas, hay un cansancio que no puedo explicar, tiene ganas de salir arrancando de alguna reunión, mi estómago no funciona. Mi mente se confunde, mis pensamientos son dispersos, me cuesta aprender y mantenerme concentrada,
Mi alma se acongoja, entrampándose en emociones y sentimientos que se rehúsa a acoger, Y mi espíritu experimenta la soledad, la ilusión de separación y aislamiento de todo y de todos comienza a aparecer.
Cuando estoy en el rumbo adecuado, mi cuerpo dice “Sí” de variadas maneras; está lleno de energía, el pelo brilla, duerme bien, no le duele nada mientras se mantiene en acción. Mi mente bulle con ideas creativas, aprende rápido nuevos conceptos y accede a nuevos mundos de entendimiento, dispuesta a replantear sus pensamientos una y otra vez.
Mi alma se aligera y las emociones fluyen sin resistencia, en amor y compasión conmigo y con otros, y vivo en la certeza de que el universo, el espíritu o algo mucho más grande que yo se alinea para colaborar en la manifestación de mi misión personal. Ocurren sucesos inesperados, encuentros con las personas justas para continuar el camino. Aparecen ofertas y posibilidades que no había siquiera imaginado.
Aprender a estar conectados con nuestros aspectos esenciales es una práctica constante de vida que nos permite permanecer en nuestro centro y caminar, volar o navegar con nuestra misión como guía.

Angélica López

Friday, October 20, 2006

El desafío de la vida y la muerte

Alguna vez escribí que de tanto temerle a la muerte me había olvidado de lo que era vivir.
Esta reflexión me ha impulsado durante los últimos años a vivir mucho más concientemente, con menos piloto automático. Sin embargo, en este último tiempo he comenzado a tener una percepción distinta de la vida y la muerte y ahora tengo una nueva visión y actitud ante ambas.
Soy la primera agradecida de la vida que me ha sido otorgada por esta fuerza creadora primal. Cuando me reconozco mis dedos, mis uñas, mi nariz, cuando muevo mi brazo, cuando sonrío y cuando lloro, agradezco la vida. Cuando siento el beso de mi hijo en la mejilla, cuando veo sus ojos sorprendidos, cuando estoy en el atardecer anaranjado, también agradezco y reconozco la vida, intensa, grande, majestuosa, magnífica¡
La muerte no había aparecido muy frecuentemente en mis pensamientos y cuando lo hacía ya no me producía emociones de miedo o rabia como antaño, sólo aceptación en paz de un hecho cierto.
Sin embargo, en mis prácticas de experiencia en estados de expansión de conciencia, he logrado reconocer o atisbar para ser más precisa y no ser tan presuntuosa, un estado de mi Ser en el cual no existe tiempo, ni espacio, y aquí no hay percepción de la vida como la sentimos en un estado de conciencia ordinario y la sensación de la muerte parece lo mismo. En algunas meditaciones aparece la misma fenomenología. Estas experiencias me han llevado a reflexionar sobre esta polaridad de la vida y la muerte y a mirarlas como una sola experiencia.
Junto a este tipo de experiencias, le sumo la siguiente reflexión:
La primera vida en la tierra fueron las células procariontes, que viven por millones de años, incluso hasta ahora (bacterias) y pareciera que no mueren a no ser que se las destruya.
Si nuestra percepción del mundo no está tan clara de qué depende, porque nuestra biología muchas veces parece ser ciega de nuestra experiencia de la realidad. Mi maestro Humberto Maturana nos decía que desde la biología no podíamos distinguir realidad de ilusión, que el cuerpo percibía cosas que al final no eran reales, como cuando reconocemos en la otra esquina a un antiguo amor y nuestro corazón nos zapatea, pero cuando nos acercamos nos damos cuenta que no era ese sujeto por quien palpitaba en antaño nuestro corazón, pero el corazón igual se agitó.
Otro ejemplo, producto de los actuales experimentos científicos señalan que los lugares donde se activa nuestro cerebro son los mismos que cuando percibimos la manzana viéndola con ojos abiertos, que cuando la imaginamos. Sin embargo todos percibimos o sabemos por la experiencia en primera persona, la diferencia entre ver la manzana e imaginarla. Si nuestra biología no logra distinguir ilusión de realidad, pero “alguien”, “algo” o lo que llamamos “yo” fuera del ámbito biológico, sí lo logra. Entonces no podríamos preguntarnos si esto de la vida o la muerte no es otro juego más inventado por nosotros mismos?
En el estado sutil de la meditación, muchas veces nos encontramos en la no emoción, en el estado sin palabras, porque ninguna palabra es acertada ni suficiente para describir el fenómeno y ahí no hay vida ni muerte, sólo se ES, sin gravedad.
Si nuestra propia experiencia nos permite saborear este estado que no es de vida como la experimentamos, ni de muerte y por otra parte nuestra biología no nos ayuda a distinguir realidad de ilisuón. ¿por qué es que hemos hecho la distinción de ambas? O ¿para qué? ¿ no será que el que distingue finalmente al viejo amor es otro (que no sabemos donde está, pero sabemos que siempre está) y nada tiene que ver con el cuerpo y nuestra biología? Y claro me surgen nuevas preguntas, ¿para qué el cuerpo?

Jacqueline Valenzuela

¿Quien soy yo?



Cada tanto, la pregunta se instala: ¿Quién soy yo?... Pareciera que nunca queda respondida del todo. ¿Quien soy yo?... y cuando tomo nuevamente el texto original de Ramana Maharsi*, o cuando, en días como hoy mi ego se siente disminuído e inseguro, un poco desinflado en su propia identidad, aparece con más fuerza la pregunta que cuestiona las más profundas raíces de mi verdadera espiritualidad: ¿Qué soy más allá de mi identidad actual? Y si no fuera Raúl, ¿qué o quién sería? Mi hija Sofía, me acompaña en la pregunta cuando reflexiona sobre sí misma y se mira existiendo como Sofía y preguntándose: ¿si no hubiera nacido, ¿dónde estaría? ¿existiría algo parecido a mi?... y cuando me muera ¿desapareceré completamente o acaso tendré una especie de existencia invisible, paseándome en medio de ustedes sin que ustedes me vean?... Palabras más, palabras menos, las increíbles reflexiones de mi angelito de 11 años... *(estas son las palabras de Ramana Maharshi): "Tengo un cuerpo, pero no soy mi cuerpo. Puedo ver y sentir mi cuerpo, pero el verdadero Observador no es eso que puede ser visto o sentido. Mi cuerpo puede estar cansado o excitado, enfermo o sano, sentirse ligero o pesado, ansioso o tranquilo, pero eso no tiene nada que ver con mi ser interno, con el Testigo. Tengo un cuerpo, pero no soy mi cuerpo.Tengo deseos, pero no soy mis deseos. Puedo conocer mis de­seos, pero el verdadero Conocedor no es eso que puede ser cono­cido. Los deseos van y vienen, flotan en mi conciencia, pero no afec­tan a mi ser interno, el Testigo. Tengo deseos, pero no soy deseos.Tengo emociones, pero no soy mis emociones. Puedo sentir y ex­perimentar mis emociones, pero el verdadero Experimentador no es eso que puede percibirse y experimentarse. Las emociones pasan a través de mí, pero no afectan a mi ser interno, el Testigo. Tengo emociones, pero no soy emociones.Tengo pensamientos, pero no soy mis pensamientos. Puedo ver y conocer mis pensamientos, pero el verdadero Conocedor no es eso que puede ser conocido. Los pensamientos vienen a mí y luego me abandonan, pero no afectan a mi ser interno, el Testigo. Tengo pensamientos, pero no soy mis pensamientos.Por lo tanto, afirma tan concretamente como puedas: Soy lo que queda, un puro centro de conciencia, un Testigo inmóvil que no se ve afectado por todos esos pensamientos, emociones, sentimientos y sensaciones." Soy lo que queda... un puro centro de conciencia, un Testigo inmóvil que no se ve afectado por todos esos pensamientos, emociones, sentimientos y sensaciones... Soy, simplemente, el observador que observa...
Raul Pacheco

Permiso para ser "Grande"


La Inteligencia Creativa, podría definirse como la "capacidad de transformar lo que siento y vivo en una expresión humana creativa". En el fondo, la expresión visible de la resiliencia, (capacidad adaptativa-creativa) que tenemos los seres humanos a partir de nuestra interacción con la realidad. "Ser" humano nos confronta con el desafío de asumir y transmutar lo que nos pasa (alegría, dolor, tristeza, rabia, impotencia, erotismo, ternura) en expresiones auténticas de mi ser (arte, trabajo, encuentro, nuevas realidades). Atrevernos a ser "creadores" es darnos permiso para pensar y sentir distinto, o mejor, darnos permiso para ser lo que somos. Para ser creativos necesitamos expandir las fronteras de nuestra propia identidad y jugar a ser dioses. Asumir la grandeza que inspira mi alma y diferenciarla claramente de las pretensiones de mi ego. No soy yo quien se transforma en un dios creativo... es la divinidad que se manifiesta a través del anhelo de mi alma y me impulsa a responder al impulso básico de "ser"... En otras palabras, es darnos permiso para ser "GRANDES", porque solo siendo "GRANDES" estaremos realizando nuestro "daimón" y entregándonos por entero al juego de la vida que nos impulsa a atrevernos más allá de la ilusión de la realidad, que no es más que una excusa para permitirnos ser lo que ya somos.
Raul Pacheco

Filosofía Perenne: Punto de Encuentro


La Filosofía Perenne, planteada por Ken Wilber como el punto de encuentro de todas las religiones, se basa en siete principios fundamentales, que estarían en la base de las creencias cristianas, budistas, hindúes, musulmanes, taoístas o judías:
Uno: El Espíritu del mundo existe. (No importa el nombre que le demos: Dios, Alá, Yavhé, Buda, Flujo Primal)
Dos: El Espíritu están dentro de nosotros .
Tres: A pesar de ello, la mayor parte de nosotros vivimos en un mundo de pecado, separación y dualidad, en un estado de caída ilusorio, y no nos percatamos del ese Espíritu Interno (pecado, sufrimiento, separación)
Cuatro: Hay una salida para este estado de caída, de pecado o de ilusión; hay un camino que conduce a la liberación (oración, meditación, ascetismo)
Cinco: Si seguimos ese camino hasta el final llegaremos, a un renacimiento, una iluminación, a una experiencia directa del Espíritu Interno, a una Liberación Suprema. (cielo, nirvana, iluminación)
Seis: Esa experiencia marca el final del pecado y el sufrimiento
Siete: El final del sufrimiento conduce a una acción social amorosa y compasiva hacia todos los seres humanos (caridad cristiana, compasión budista...)
¿Porqué, me pregunto yo, seguimos los seres humanos tan obsesionados por remarcar las diferencias de nuestras creencias, en lugar de complacernos en la profundidad de lo que nos une? Tal vez es parte del proceso del "ego" religioso que responde a la urgencia del miedo a estar equivocado y que se aferra furiosamente a aquello que le da sentido y garantiza su propia perpetuación. ¿Será que aún nos falta mucho tiempo para que soltemos el ego y abracemos el alma humana, que no puede ser sino una sola?
Raul Pacheco