Monday, December 11, 2006

La Inocencia Olvidada


Por: Angélica López
Leyendo lo que Jacqueline escribió acerca de del Ser Humano Completo, pensaba ¿por qué el niño es capaz de estar en el juego en estas cuatro dimensiones nuestro cuerpo, mente, corazón y espíritu. ¿Qué vamos olvidando al crecer que nos es tan difícil estar aquí, ahora, viviendo y disfrutando este juego de la vida en conexión espiritual?
Me acordé de un libro de un médico oncólogo Australiano, Roger Cole, dedicado a ejercer la medicina desde el amor y la espiritualidad. El preguntaba ¿qué es lo que hace que un bebé o un cachorrito de alguna especie nos cautiven el corazón? la respuesta que recibía de las personas que asistían a sus seminarios, de sus pacientes y familiares de éstos era universalmente ; la inocencia.
Todos nacimos así, inocentes. Nuestro estado de ánimo podría decirse es una conciencia de “espíritu”. Somos inocentes y al mismo tiempo ignorantes del mundo. No sabemos nada sobre el cuerpo, ni sobre las relaciones con el mundo o con otros. Diferentes experiencias nos van haciendo olvidar esta inocencia que traemos, esta pureza de espíritu que somos y a medida que crecemos vamos desarrollando conciencia del cuerpo y del ego.
En este mismo libro leía un ejemplo de una situación bastante común: “Había dos niños pequeños, como de dos años jugando en un parque, mientras sus madres conversaban. Cuando era tiempo de irse, las mamás les sugirieron que se tomaran de las manos. La niña alegremente le tomó la mano al niñito, quién bruscamente le dio un tirón y la botó al suelo. No se había hecho daño físico pero lloraba inconsolable. El niño fue reprendido por su madre, mientras consolaban a la niña. Cuando estaban más tranquilos la madre le volvió a pedir al niño que le tomara la mano a la niña. Entonces, él “inocentemente” le extendió su mano. La niña retrocedió y colocó sus manos detrás de la espalda; había aprendido a tener miedo, había experimentado la traición, no estaba deseosa de confiar y creyó conveniente protegerse. Ya no era inocente como lo había sido antes del incidente. En su mente quedó marcada una pequeña impresión de duda, sobre sus relaciones y en su carácter se acumuló una pequeña capa que marcaba haber estado a la defensiva.
Todos pasamos por distintas experiencias de dolor físico, mental o emocional, tarde o temprano. Nuestro ser original se modifica con la experiencia mientras en nosotros se van depositando capas de defensas y retiramos nuestra confianza y franqueza, la inocencia va perdiéndose. Vamos tomando conciencia de nuestro cuerpo, nos pensamos como seres solamente físicos, adoptando una identidad que se refleja en un nombre y una forma corporal. Esa identidad se torna cada vez más compleja. Y con esa identidad desarrollamos la individualidad, y con esta los deseos de tener auto gratificación lo que nos hace cada vez más dependientes, creando necesidades en expansión. También nos volvemos más temerosos porque nos pueden privar de lo que tenemos o de que nuestros deseos no se cumplan.
Como todo a nuestro alrededor está sujeto a cambios, nuestra paz, alegría y felicidad están constantemente amenazadas. Y junto con olvidar nuestra inocencia perdemos la franqueza, la confianza y la vulnerabilidad.
Sin embargo está inocencia no desaparece, sólo permanece oculta en nuestro interior, mientras experimentamos la vida. La Práctica de vida Integral, nos ayuda a recuperar la inocencia (la confianza, la vulnerabilidad) y volver a la conexión espiritual. Al mismo tiempo que desarrollar más nuestra conexión mental, emocional. Nos ayuda a ir siendo y viviendo como un ser Humano único, completo, Integrado
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Saturday, December 09, 2006

Ser Humano Completo: un niño


Por: Jacqueline Valenzuela
Muchas sabidurías antiguas tanto de oriente como de occidente ya hablaban del SER HUMANO completo. Esto significaba mirar al hombre en al menos cuatro dimensiones: el cuerpo, lo concreto; las emociones, los sentimientos; la mente o lo cognitivo, y lo espiritual o el sentido de la trascendencia. A estas dimensiones le llaman comúnmente, cuerpo, corazón, mente y espíritu.
Hoy varios autores rescatan esta mirada y la complementan con otras. Y es que los tiempos que vivimos de vertiginosos cambios nos han impulsado a remirarnos, como la única forma de aferrarnos a un salvavidas a algo conocido o aparentemente familiar, nosotros mismos.
En este remirar al Ser Humano ha surgido desde el Integral Institute (K. Wilber) una metodología, una forma de hacernos cargo de nuestro ser humano completo, a esta forma le han llamado Práctica de Vida Integral.
Todo lo que hacemos es una práctica, siempre estamos practicando algo, no podemos evitar “practicar”, incluso tratar de hacerlo sería una “práctica”. La Práctica de Vida integral sería como la PRACTICA de las prácticas habituales.
Cuando leemos practicamos el leer, cuando escribimos practicamos el escribir, cuando hacemos ejercicios practicamos el ejercitar, cuando cantamos practicamos el cantar, cuando trabajamos practicamos el trabajar. Y así en cada acto que realizamos practicamos algo y somos más o menos aprendices, competentes o virtuosos en cada una de las actividades que realizamos. Así nos dicen que somos buenos o malos trabajadores, esposos o hijos dependiendo que tan bien realizamos las actividades que nos relacionan con cada denominación. Entonces parece que la vida se nos convierte en una gran PRACTICA.
La Práctica de Vida Integral propone considerar en nuestra agenda de vida, el realizar actividades en las cuatro dimensiones del ser humano: lo corporal, lo emocional, lo cognitivo y lo espiritual. Y hasta aquí nos parece obvio y muy saludable, sin embargo es claro que ya nos aparece el primer quiebre ya que si nos auto evaluamos lo más probable es que estemos desequilibrados en nuestra vida. Lo más común en nuestra sociedad es que le destinemos mucho al penseque y descuidemos las otras dimensiones de nuestro ser.
La PVI también considera una forma de realizar estas actividades ya que todas ellas se transforman en ayuda memorias, recordatorios de quienes somos. Es así que una simple actividad física como trotar que pertenece a las actividades relacionadas con el cuerpo puede tener mucho más significado si la convertimos en una ofrenda de energías para quien la necesita. Para esto sólo basta una corta meditación previa al ejercicio. No se trata sólo de realizar diversas actividades disociadas una de otra, es justamente al contrario. Se trata de estar presente en las cuatro dimensiones en cada actividad que realicemos
Esta semana conversábamos con Raúl sobre ¿Por qué nos resulta tan difícil sostener actividades en las cuatro dimensiones? ¿Qué nos falta? O ¿Qué es lo que no entendemos? Entonces me apareció otra pregunta y también la reflexión que la potencia del pensamiento está en la calidad de las preguntas y no de las respuestas. La pregunta fue ¿en cual actividad de nuestras vidas estamos presentes y concientes en nuestras cuatro dimensiones?
Y la respuesta fue automática porque lo hemos vivido todos: cuando jugamos, mas bien cuando jugábamos cuando éramos niños.
Cuando niños nuestro cuerpo, mente, corazón y espíritu estaba distinguido en estas dimensiones e integrado a la vez con el sólo propósito del juego en el que estábamos. Observemos a un niño cuando juega con sus juguetes esparcidos por el suelo, su concentración, su pasión, su disfrute y sus frustraciones, su responsabilidad para que todo salga bien, su cuerpo entregado y lo más probable es nosotros los adultos nunca podamos entender la conexión espiritual que cada niño tiene, sólo la podremos intuir o recordar, porque la perdimos.
He aquí un camino, el del juego. ¿Sería esto lo que Nietzsche quiso decir cuando escribió la Metamorfosis? El hombre superior lograba su condición sólo con la última metamorfosis cuando se transformaba primero de camello a león y luego a niño.
Puede que encontremos otros escollos en este camino del jugar, pero me resulta atractivo o bien me facilita la mirada de mi ser desde las cuatro dimensiones. Practicar jugando, un juego serio, el de la vida, o vivir jugando seriamente. Le he agregado la seriedad al juego para no confundirnos con el pasarlo bien del juego. Estoy hablando de aquellos juegos de niños donde también además de reír y gozar, llorábamos y nos enrabiábamos, eran juegos muy serios. Y hay otro elemento encubierto, el jugar es siempre con otro(s). Así el camino de la felicidad o bien para practicar la vida que nos ha sido regalada sólo nos bastaría jugar como niños, con otros que jueguen como niños. ¿Simple?